viernes, 10 de junio de 2011

La realidad

Ayer, viendo el telediario, observé como la policía nacional, en una operación de alto riesgo dirigida de forma sublime por el delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana, cumplía con su obligación de forma modélica, haciendo que todos los ciudadanos "de bien" nos sintamos orgullosos de su labor.

Vi como detenían a unos delincuentes que se aprovechan constantemente de la buena voluntad (y la falta de inteligencia) del pueblo español. Lo hacían sin provocar el menor incidente, salvo por unos salvajes que pusieron resistencia a la detención y tuvieron que ser inmovilizados, eso sí, sin provocar el mínimo rasguño debido a la gran preparación que caracteriza a nuestros cuerpos y fuerzas de seguridad.

Todos los medios de comunicación se hacían eco de la noticia, narrando la historia de manera totalmente objetiva, como cabe esperar de unos medios imparciales propios de una sociedad felizmente democrática desde hace tantos años.

El juicio contra los delincuentes se celebró con total celeridad debido a la gravedad de los hechos y al gran dinamismo que caracteriza nuestro poder judicial. Fueron declarados culpables, a pesar del intento baladí por parte de sus abogados de anular ciertas pruebas esclaratorias y trasladar la celebración del juicio al Tribunal Superior de la comunidad correspondiente, donde los imputados constan de amiguísimos con una cuenta del debe demasiado cargada ya.
Sin embargo, como es sabido, nuestros jueces no entiende de ideologías, ni clases sociales, ni religión,
ni sexo,... y los delincuentes han ingresado en prisión para disfrutas de un más que merecido descanso a la sombra.

En efecto, el señor Camps, el señor Fabra, el señor Chávez, el señor Ripoll, el señor Blaya, el señor Touriño, la señora Mato, incluso el señor Cotino (a pesar de presentar un crucifijo y una biblia como prueba para su defensa), y unos cuantos acompañantes más están por fin donde merecen.

Después del telediario me eché una siestecilla made in Spain, y tuve una pesadilla. En ella, unos chicos que pacíficamente reclamaban justicia y, aún más importante, dignidad a nuestra clase política eran apaleados por unos "gorilas"con el mismo cerebro que mi hámster y eran retenidos en comisaría de manera "indefinida".

Al despertarme respiré tranquilo, pues la realidad siempre se impone y dicen que las pesadillas, si las cuentas, no se cumple.